viernes, 31 de agosto de 2018

M I E D O

 

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

El diccionario lo define como: "Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o mal real o imaginario".

 

Hace un tiempo leí un artículo en una revista de psicología que decía que "el miedo es la forma más común de organización del cerebro primario de los seres vivos".

 

Es, por tanto algo normal, una herramienta de autoprotección. Generalmente responde  a un presunto acontecimiento, o posible realidad, un deseo, una ansiedad.

 

Todos tenemos miedos, o al menos los hemos tenido. Yo, por supuesto, también los tengo. Creo que no hay quien no lo sienta. Los valientes, los superhombres, los que se las dan de… ¡esos también tienen miedo, seguro!

 

Uno de los primeros libros que leí de J. A. Marina fue uno titulado "Anatomía del miedo", donde confesaba el autor que cuando él nació su madre tubo gemelos, él y su miedo.

 

Hay personas que tienen miedo a los vivos. Los hay que lo tienen a los muertos.

 

Miedo a los espacios cerrados. A los espacios abiertos.

 

Miedo a las grandes superficies.

 

Miedo al ruido. Miedo al silencio.

 

Miedo a lo desconocido. Miedo a las nuevas situaciones.

 

Miedo a las alturas. Miedo a las profundidades.

 

Miedo a la velocidad. Miedo a los animales.

 

La persona que no quiera reconocer que siente algún tipo de miedo, es porque no lo hace, creyendo que el hacerlo rebaja su calidad de persona, de hombre…, qué simpleza.

Los hay que te dicen: "hombre, miedo no, precaución". No. Miedo.

 

El miedo puede ser observado bajo distintos puntos de vista. Desde el punto de vista biológico, psicológico, cultural, social y neurológico.

 

Su mecanismo se encuentra situado en el "sistema límbico", localizando mediante la estructura llamada "amígdala" la situación de los peligros que amenazan. Supongo que esto no tendrá nada que ver con la amigdalitis…, porque al que se las extirpan ¿qué pasa? ¿ya no tiene miedo? Es broma.

 

El miedo produce unos cambios fisiológicos en las personas, como son el cambio de ritmo cardiaco o la presión sanguínea. Dilata las pupilas, con objeto de mejorar la visión. Produce adrenalina, tensa los músculos, y prepara el cuerpo para la huída o la defensa.

 

Los miedos fóbicos magnifican el objeto de  miedo hasta no dejar ver más allá de este objeto. Imposibilitan la prestación de atención a cualquier otro aspecto u objeto que no sea el que nos produce tal fobia.

 

El miedo ha sido explotado desde antiguo por el poder. Todas las religiones monoteístas basan en el miedo gran parte de la exigencia de cumplimiento de sus mandatos.

 

La religión católica, desde un inicio, habla del pecado original, con el que nos marca a todos desde el mismo momento del nacimiento. Así se asegura desde niños el temor de dios.

 

Pero todos recordamos desde niños  las amenazas con que los sacerdotes  nos acobardaban (por no utilizar otra palabra más concluyente) cuando nos hablaban de nuestras obras u omisiones con respecto a los mandamientos.

 

No solo la religión, el poder político y militar también ha hecho uso y abuso del miedo, temor o "canguelo" que ha podido provocar en sus "súbditos", nunca mejor dicho, para conseguir la admisión de sus mandatos, más o  menos justos, pero inapelables.

 

Los que hemos "cumplido con nuestro deber con la patria" recordamos el primer contacto con el ejército, donde un señor vestido de militar te leía con voz colérica aquello de "todo el que… será sometido a un tribunal militar".  O aquellas órdenes acompañadas de "¡te meto un par de hostias!", o… bueno para qué vamos a recordar cosas tan irrazonables…

 

El miedo nace con el hombre y sigue con él durante toda su vida. Además, normalmente nosotros mismos somos los encargados de alimentarlo.

 

Nosotros lo mantenemos vivo en nuestros hijos, desde muy niños, y seguimos haciéndolo durante su crecimiento. Pero lo más curioso es que incluso en nuestras propias vivencias incluimos e incrementamos las circunstancias, sentimientos y emociones que hacen mantenerse y crecer ese miedo, si no el biológico, sí al menos el psicológico, neurológico y social.

 

No queremos ser conscientes de que "esos miedos no guardan la viña", sino que restan bien-estar a las personas. Restan tranquilidad, restan lugar a otros sentimientos mucho más constructivos.

 

Restan felicidad y amor… El miedo es rentable para otros, no para ti.   

 



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