IÑAQUI Y CATALINA
Ángel Pulla Dijort/Málaga
Qué mala suerte tuvo mi tía Isabel con sus hijos! Bueno, no con todos, pero sí con los mayores.
El mayor se llama Ignacio, Iñaqui le llamamos todos. Es un tío inteligente, muy trabajador, bueno en los estudios y muy amable y dispuesto siempre a echarte una mano cuando te hace falta.
Es muy abierto y si hay que ir de copas, no hay otro como él. Y además que disfruta de los amigos.
La siguiente es Catalina. Inteligente y muy guapa. Yo creo que es la más lista de todos los hermanos, son ocho en total. En contraposición con Iñaqui ella es muy reservada, no es tan dada al alterne, eso sí, es muy trabajadora, le gusta mucho la perfección en sus cosas, pero es demasiado independiente en sus apreciaciones, tiene especial estima por todo lo que signifique una ascendencia externa, de fuera, de otro pueblo de otra capital.
Al ser los mayores y estar ya emancipados - digamos semiemancipados -
han tomado unas determinaciones, tanto laborales como familiares o financieras, que la familia ha entendido poco ortodoxas y que incluso puede afectarle directamente como fiadores, avales o salvaguardianes del devenir de sus futuros eventos.
Ambos han formado sus respectivas familias. Uno se ha unido a una escandinava, viven por el norte de España, no sé exactamente donde es, aunque sé que es cerca de Francia.
Catalina se unió a un francés, viven también por el norte o por el este, no sé exactamente dónde.
Hace un tiempo vinieron al pueblo a ver a sus padres, con sus hijos, que por cierto no había quien los entendiera, hablan una lengua que ninguno en el pueblo entiende y dicen que los de esta tierra tenemos unas ideas demasiado anticuadas y que no cuadramos con la forma de vida que tienen en sus respectivas tierras.
Creo que la culpa de esta situación la tiene mi tío Fernando, que no se ha preocupado de ellos cuando han empezado a actuar de esta forma tan anárquica, aunque realmente es que él es así, un pasota, siempre se queda a verlas pasar. Dicen unos vecinos que el verdadero culpable es el abuelo Pepe, que cuando ellos estaban haciendo la reválida de sexto, le prometió que si aprobaban, cuando llegaran a la universidad le tenía reservado un poco de dinero para que montaran después un pequeño negocio para ellos y lo explotaran donde quisieran.
Pero, claro el abuelo murió y después fue el tío Fernando el que se hizo cargo de todo y tomó - o no tomó - las decisiones que quiso y a raíz de aquello fue cuando ellos se "hicieron al monte" y se montaron la vida como a cada uno le pareció bien. Y de aquellos polvos, vienen estos lodos.
Hace un tiempo le dijeron a mis tíos que querían aquellos dineros del abuelo Pepe, y mi tío Fernando dijo que bueno, que aquello habría que estudiarlo porque ya había prescrito y su valor no era el que reclamaban, y ...
El resto de hermanos les dijeron a mis tíos que los citaran y hablaran con ellos y vieran la forma de llegar a un acuerdo antes de dejar de hablarse y llegar a una posible demanda judicial, que lo único que podía traer era gastos y disgustos entre la familia.
Mi tío Fernando dejó aquello pasar y lo dio por resuelto, cuando un día llegó la notificación del juzgado de la capital de una demanda por la cantidad prometida por el abuelo, más los intereses, más los gastos derivados de las gestiones de abogados, bancos, gestores, recargos fiscales, lucro cesante, total ruina para la familia.
Y eso que mi tío Fernando siempre decía que él se atenía a la ley...
Por eso digo que hay que ver qué mala suerte tuvo mi tía Isabel con sus hijos, ¿o fueron ellos los que tuvieron mala suerte con mi tío Fernando?
NOTA.- Esto es una ficción, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.